Lucía, Francisco y Jacinta, que tal día como hoy de 1917 se les empezó a aparecer la Virgen en Cova da Iría (Portugal), coincidiendo con algunos episodios de la Revolución Rusa.
¡Ole! Por estos verdaderos emprendedores que convirtieron un lugar miserable de origen musulmán, de nombre Fátima en homenaje a la hija preferida del profeta, en un lugar de peregrinación cristiano con el éxito económico que ello comporta y el patrocinio y la bendición Papal, 100 años después, de Juan Pablo II.
Lucía, además, desde su celda monacal dirigió los pensamientos y oraciones de miles de cristianos al ser poseedora de los tres secretos que le reveló la Virgen en Fátima.
El primero se cumplió porque los cristianos no rezaron lo suficiente y la Revolución Soviética triunfó. El segundo, que era consecuencia de este, se cumplió a medias. La Gran Catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, se puede interpretar como el castigo divino por dejar triunfar a los soviéticos, pero podemos decir que históricamente no es del todo cierto: los nazis querían dominar el mundo no convertir a los comunistas, aunque si a los judíos en cenizas. El tercero se lo apropió Juan Pablo II con motivo de su atentado y lo dio por hecho.
Se ve que la Virgen de Fátima, como muchas de las videntes actuales, no siempre acierta, pero el negocio que se montó a raíz de las gestiones de los pastorcillos ahí sigue, lo que demuestra que los grandes negocios son en buena parte producto de la imaginación; claro que una buena propaganda puede ayudar mucho y la Iglesia Católica, en eso, siempre ha sido maestra.