Vivo en Madrid desde 1972 y esos días de 1977 fueron los peores de mi vida.
Desde el 11 de diciembre estaba secuestrado por el GRAPO (aún no sabemos quiénes eran estos) Antonio Mª de Oriol y Urquijo, ex-ministro de Justicia con Franco, Presidente del Consejo de Estado y perteneciente a la familia que gobernaba las eléctricas. El 23 de enero muere asesinado Arturo Ruiz (estudiante) en una manifestación. El 24 muere Mª Luz Nájera, de 21 años, por un bote de humo y el GRAPO secuestra al Teniente General Villaescusa y esa misma noche un grupo ultra vinculado a Falange, el sindicato mafioso del transporte y la policía, asesina a cinco personas en el gabinete laboralista de Atocha 55 que había fundado Manuela Carmena.
El 26, tras la capilla ardiente celebrada en el Colegio de Abogados, se produce el entierro que se convierte en manifestación, presidida por el ilegal Partido Comunista de España y apoyada por todas las organizaciones democráticas. Más de 100.000 personas, se habló de 150.000, con un servicio de orden de unos 1000 militantes del ilegal PCE. El silencio indignado y la ausencia de incidentes son las características del acto.
Siete furgones repletos de coronas acompañaron el sepelio y muchas floristerías regalaron las flores a quienes las fueron a comprar.
El asesinato de Atocha, a poco más de un año de la muerte de Franco, fue el hecho que más hizo temer por la Democracia, pero el orden y el silencio con que el PCE consiguió que tantas personas indignadas y dolidas se manifestaran en el entierro constituyeron una garantía para la construcción de la Democracia y la necesidad evidente de la pronta legalización del Partido Comunista.
Manuela Carmena no tendrá hoy un buen día. Aquel día no murió por casualidad, tuvo que ceder su despacho y pasar a otro en la acera de enfrente, desde donde ella y sus acompañantes oyeron el revuelo de la tragedia. Pero para muchos otros tampoco hoy es un buen día porque el paso del tiempo nos obliga a reconocer que hay heridas que quizá no se curen nunca.
Un recuerdo para Juan Antonio Bardem cuya película “Siete días de enero”, a cuyo estreno en 1979 acudimos ante el peligro de un nuevo ataque de las bandas parapoliciales y que nos reconfortó al pensar que este horrible crimen no se olvidaría fácilmente y un abrazo para Juan Genovés, también amigo y camarada de aquellos años tan cabrones, cuya pintura “El abrazo” sirvió de inspiración para el monumento de Antón Martín que nos sirve de consuelo cuando cruzamos esas calles.