Dicen que Santillana es el pueblo de las tres mentiras: ni es santa, ni es llana, ni tiene mar, pero de esto no tiene la culpa, se lo impide Tagle, un pequeño pueblo con bonitas playas. No es muy conocido porque a su lado está Suances que en el siglo pasado fue lugar de veraneo de familias “bien” de Madrid.
Tagle es la cuna de un linaje, que se extendió por Santillana y alrededores y por varios continentes. Además del papable chino-filipino, en América hay importantes familias Tagle, con títulos nobiliarios, que en el siglo XVIII manejaban parte de la plata de Méjico y a pocos kilómetros, en Cigüenza la casa-palacio de otros Tagle que manejaban parte de la plata de Perú. Otros se afincaron en Chile, el anterior embajador de Chile en España era uno de ellos, y otros en Cuba.
Todos tienen en común que sienten su origen cántabro. El papable, hace años cuando era cardenal-arzobispo de Manila, vino a Santillana con su numerosa familia para conocer su pueblo de origen, la prensa cántabra recogió la noticia, pero poco después el Papa recientemente fallecido hizo una gira por Oriente y se lo llevó al Vaticano.
Cantabria, como gran parte del norte peninsular, fue tierra de emigración porque sus accidentados relieves no lo hacían muy favorable para la agricultura, de ahí la epopeya de los “indianos” que cruzaron el Atlántico e incluso el Pacífico y, aunque se quedaron allí, mandaron construir en su tierra grandes casas-palacio con sus escudos de armas que pregonaran sus triunfos.
También hicieron notables donaciones a la Iglesia, como el mayor Cristo crucificado de marfil que hay en España, creado por un chino, que se encuentra en el Museo Diocesano de Santillana o grandes iglesias parroquiales como la de Cigüenza con un retrato de su donante incluido.
Otro cántabro, de Comillas, estableció, a finales del XIX una ruta naviera comercial que unía la península con la costa oriental de Asia y una gran industria tabacalera en Filipinas. Sobre otros de sus “negocios”, mejor no hablar.