elDiario.es publica hoy un interesante artículo de Olga Rodríguez, en el que explica cómo se ha llegado hasta esta inadmisible situación. Cómo en 1947 el imperio Británico cedió a los judíos el territorio habitado por los palestinos y Naciones Unidas aprobó el reparto del 54% del territorio para 600.000 judíos y el 46% para 1.300.000 palestinos.
Cómo el Estado de Israel ha ido ocupando el territorio de los palestinos, sin que nadie le obligue a cumplir “ninguna de las resoluciones, sanciones y condenas que han recibido por parte de Naciones Unidas” y, en este momento, hay ya 6 millones de refugiados palestinos. Su descripción del proceso de sometimiento de los palestinos por el Estado de Israel es indignante y estos días hemos visto como un ministro del actual gobierno les ha calificado de bestias.
Como siempre, como en Ucrania, hay alguien que maneja los hilos en la sombra: Estados Unidos. El papel de Israel como garante de los intereses norteamericanos en Oriente Medio (Petróleo y gas, sobre todo) le ha costado ayudas de alrededor de 160.000 millones de dólares desde la 2ª Guerra Mundial hasta hoy, convirtiendo a Israel en la 18ª potencia militar del mundo, a pesar de que se sitúa en el lugar 149 por superficie y en el 93 por población.
El lobby judío tiene un papel importante, Rothschild financió la creación del Estado de Israel y ha seguido ayudando, Seligman, Guggenheim … son otros financieros importantes y Warburg, sentó las bases de la Reserva Federal (Banco Central, privado, por supuesto) en el siglo XIX.
“Bajo el cielo de Gaza” es una obra de Luis Matilla, basada en hechos reales, en la que un israelí montó en Gaza un grupo de teatro infantil para paliar los daños mentales de niños y niñas en aquel infierno y un extremista árabe le asesinó por mezclar niñas y niños.
En todas partes cuecen habas pero, aunque condenable, no es lo mismo un grupo terrorista, que el terrorismo de Estado. Por algo USA no reconoce ni la Corte Penal Internacional ni el terrorismo de Estado.
No leemos, no sabemos historia o la hemos olvidado, no nos molestamos en informarnos de verdad y con criterio, pero queremos tener la razón.
Yo soy lector compulsivo, soy licenciado en Historia y lucho contra la desinformación. Pero, por lo visto, no consigo mucho.