El PSOE renace en los 70 por el pacto de Felipe González con el Departamento de Estado USA (Juan E. Garcés “Soberanos e Intervenidos” Ed. Siglo XXI, 1996) que le sitúa en una “izquierda” neoliberal. Posición contradictoria y de difícil credibilidad.
Los dineros alemanes, la necesidad de libertad de los españoles tras 40 años de dictadura y la ineficacia de la derecha posfranquista le dan la mayoría absoluta en 1982. Cuando pierde esa mayoría tiene dos opciones para gobernar: hacerlo con Izquierda Unida o con los nacionalistas vascos y catalanes. Elige la derecha nacionalista. Antes había salvado a Jordi Pujol de la cárcel por la quiebra de Banca Catalana y contaba con él como aliado y servidor seguro.
Sus políticas fueron progresistas en los social y neoliberales en lo económico. Solchaga fue el patrocinador de los “pelotazos” económicos y Boyer, con la ley de encarecimiento de los arrendamientos de vivienda, obligó a los españoles a comprar piso en vez de arrendar dando origen al fortalecimiento del sector de la construcción, muy vinculado con el franquismo y la corrupción, y a la burbuja inmobiliaria que, con la colaboración de Aznar, se desató en 2007.
El rápido giro de Pedro Sánchez desde el “No es NO” a Rajoy, con el que recuperó la Secretaría General, hasta aceptar el 155 y al apoyo al gobierno más corrupto e insolidario de la época democrática se entiende de esta manera.
El PSOE no puede escuchar a sus bases y mucho menos obedecerlas porque tiene compromisos con la banca (créditos perdonados …) y con el imperio USA que no puede superar. Así se entinde que empresarios o/y intermediarios comisionistas como Felipe González y Juan Luis Cebrián sigan siendo respetados por los dirigentes del PSOE.
Los militantes traicionados tendrán que tomar alguna decisión porque el PSOE no puede cambiar.