Un eurócrata de Bruselas describe hoy en El País (Jaime Andreu, “Por ir a comprar El País») sus experiencias relacionadas con el atentado.
En su columna de opinión señala “que la Unión Europea se funda en los valores universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, así como el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales”. Este señor es Consejero de Información de la Comisión Europea, es decir, dirige el departamento de Propaganda de la UE.
Parece evidente que los sillones de los eurócratas de Bruselas se encuentran de espaldas a las ventanas y sus instrumentos de trabajo son informes hechos por otros eurócratas. Si en vez de leer tantos papeles administrativos bajaran a la calle y escucharan a los ciudadanos sabrían que esos valores sólo están en los informes.
Que las políticas europeas están generando pobreza por lo que la igualdad está disminuyendo (nunca existió), lo mismo que la libertad, porque en una sociedad de mercado el derecho a elegir solo lo tiene el que dispone de medios económicos. Por si no fuera suficiente, leyes tipo “mordaza” se encargan de desanimar a los que quieren proponer modelos políticos o económicos más acordes con la libertad.
Que las reformas laborales, que ellos llaman flexibilidad, y los recortes en servicios sociales, están despojando de dignidad humana y solidaridad a grandes masas de población porque les están privando de sus medios de supervivencia y, cuando uno lucha por sobrevivir, la dignidad y la libertad comienzan a ser un lujo.
Y ya no se habla de democracia, que es un concepto del siglo pasado. Se habla de derechos humanos y libertades fundamentales, sin especificar demasiado, porque si nos ponemos a detallar nos pueden considerar terroristas, que es como llaman ahora a los que antes llamaban comunistas.
Este señor, en un artículo de opinión que le publica El País, está haciendo su trabajo: propaganda, que es lo que hará cualquier eurócrata desde Bruselas porque les pagan muy bien para hacerlo.
La Unión Europea es pura ficción que, cada vez más, se está convirtiendo en pesadilla.