En Madrid hay algunos sitios con muy buenas vistas. Uno de ellos es la plaza situada entre la Catedral y el Palacio Real. Ambas instituciones han dirigido la gobernanza de España desde finales de la Edad Media y por eso, en muchas ciudades, el Ayuntamiento y la iglesia están en la plaza principal y en la torre de la iglesia, bien visible, las campanas que marcaban la jornada en la cultura agrícola y el reloj que marca las horas en la industrial y financiera.
Recientemente, esta íntima relación Iglesia-Estado se ha reforzado en Madrid con la Galería de las colecciones Reales (Reales con mayúscula porque se refiere al Rey, aunque pocas instituciones serán menos reales que la Monarquía) ya que este modernísimo y multipremiado edificio une físicamente las dos símbolos del poder.
Tiene mejores vistas al exterior que al interior, porque su contenido es lujoso y decorativo pero con poco Arte. Los grandes artistas están en El Prado, en El Reina Sofía, incluso en El Thyssen, aquí predominan los tapices (“El carro de heno” de el Bosco, está en versión tapiz, por ejemplo), de pintores importantes, como Velázquez, hay un caballo. En El Prado, los caballos velazqueños van con jinete, aquí está sólo el animal. Hay carrozas, corazas, relojes antiguos, vajillas, instrumentos musicales, fotos antiguas de las familias reales … “artes decorativas”.
Es un museo de mucho caminar. Para cambiar de planta, largas rampas inclinadas con algunas diapositivas (sin título ni explicación) en los descansillos y un vídeo a la entrada de cada planta, que se agradece por los asientos, el contenido ya es otra cosa, por ejemplo, los palacios que construyó cada rey.
El contenido de los videos y de los letreros de las plantas o se escribieron durante el franquismo o lo han hecho gente afín y todo el contenido del museo es propaganda de la Monarquía. Nos habrá costado una pasta y en lo único que se parece a El Prado es en el precio de las entradas.