La Convención de Ginebra define estos casos, pero no deben ser de este mundo porque, al menos los más importantes, nunca se han castigado. De hecho, las bombas atómicas norteamericanas sobre Hiroshima y Nagasaki que convirtieron en ceniza a 220.000 civiles y condenaron a varios miles más a malvivir con las radiaciones en su cuerpo, nunca se han juzgado.
Aquí tenemos ejemplos parecidos aunque en otra escala. Guernica, bombardeada por los alemanes colaboradores de Franco y “La desbandá” malagueña bombardeada por el crucero Baleares, al que el franquismo dedicó una calle en Vallecas, la Ley de Memoria Histórica, se la quitó y un tribunal de estos de aquí se la ha vuelto a poner, lo que nos da pistas sobre cómo funciona esto. Parece que el bombardeo de civiles no es considerado por algún tribunal español crímenes de guerra.
Ahora está de moda mediática acusar a Rusia de dichos crímenes y hablan de llevarlos a la justicia internacional. Muchos periodistas y políticos que hablan de esto no deben saber (o no se atreven a reconocer) que EEUU es el país que más y mayores delitos de este tipo ha cometido, pero no puede ser juzgado porque no reconoce la justicia penal internacional.
Otros países también los han cometido, con el mismo resultado. En Público.es podemos ver dos artículos: Crímenes de Guerra I y II, de Nazanín Armanian, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, en los que hace un recuento de estas matanzas.
La mayoría de los medios, cuando hablan de estos delitos como si fueran juzgables, sólo hacen propaganda a favor de las manos ocultas (las conocemos, pero tratan de ocultarlas) que manejan los hilos de la tragedia de Ucrania.