Hay cierta polémica por cambiar el nombre a las calles y derribar algunos monumentos. Incluso cuando hay una Ley que lo apoya. Los que protestan por ello, diciendo que eso daña la Historia, parecen no saber distinguir entre signos e Historia.
La Historia es el estudio del pasado y su interpretación para entender el presente, con la metodología de las Ciencias Sociales. La Historia no es sagrada y La Historia Sagrada es puro mito, por eso los historiadores van buscando el significado y el sentido de los hechos pasados.
Los signos sirven para comunicarse y también para escribir e interpretar la Historia, pero no son la Historia, son lenguaje.
En los más de 2000 años de historia se pueden contar en España como períodos democráticos, con bastante optimismo, los dos años de la 1ª República en el siglo XIX, cinco de la 2ª y los cuarenta y dos últimos, cuarenta y nueve en total, un 2,45%. En todos los demás han dominado diferentes oligarquías y casi todos los monumentos y nombres de las calles los han puesto ellas para legitimarse a sí mismas.
En democracia, estos signos deberían ser consensuados. Los que se oponen al cambio, como a muchos otros cambios, son los que se identifican con esas oligarquías y añoran la Dictadura, que renombró muchas de las calles, y temen las nuevas interpretaciones de la Historia, porque dañan su nuevo disfraz democrático y pueden desnudar su linaje.
El actual alcalde de Madrid, mandó destruir la lápida del cementerio de La Almudena en la que figuraban los nombres de los fusilados por defender el gobierno legal de la 2ª República. Un personaje así es un peligro porque esa ha sido siempre la obsesión de las oligarquías: destrozar a las personas que exigían Democracia y aún su memoria.