Al menos, parece que vive en otro planeta. Sus propuestas casi nunca cuadran ni con lo que negocia el gobierno con los sindicatos, ni con lo que observamos los ciudadanos de a pié.
También puede ser que esté en ese ministerio para defender los intereses de las grandes empresas y los fondos de pensiones, lo mismo que la Sra. Calviño defiende las directrices de la UE al servicio de los intereses de los lobys europeos o que la Sra. Rivera le pide empatía a las eléctricas en vez de exigirles juego limpio o el presidente va a EEUU a ver qué les puede vender a los fondos buitre -lo mismo que Ayuso-, con lo que comprendimos por qué se resiste a controlar el precio de alquiler de viviendas (derecho básico) como hacen en Alemania.
El caso es que este ministro pide un cambio de cultura para que se pueda trabajar hasta los 75 años y Juan Torres López (Catedrático de Economía Aplicada) le contesta algo que parece normal:
“Quizá el cambio cultural que haya que plantear vaya en otro sentido. Necesitamos más bien que las empresas que tienen más poder de mercado asuman como cultura la de la competencia, la productividad y la innovación y no solo la de la explotación. Y, sobre todo, la cultura que implica que las leyes (incluidas las laborales) hay que respetarlas. En España se está produciendo un fenómeno de sobreexplotación laboral del que apenas se habla y que está suponiendo un coste no solo personal y no monetario dramático, sino general y muy caro en recursos económicos y financieros. A las empresas les compensa incumplir las normas legales que regulan el tiempo de trabajo y se está produciendo una intensificación en los horarios que reduce la productividad, destroza la trayectorias profesionales y tiene un coste de oportunidad extraordinario en términos sanitarios, educativos e incluso demográficos.”