La Cultura que nos robaron

En Nueva Tribuna/Público de ayer, aparece un artículo de Cándido Marquesán, titulado “Juan Vicéns de la Llave y María Luisa González, bibliotecarios de la II República, en el que se habla del esfuerzo de la República por acabar con el analfabetismo y de las resistencias de los sectores reaccionarios para impedirlo.

Este matrimonio, sobre todo él, se esforzó, desde el Comité de Cultura Popular de la República, en la creación y difusión de bibliotecas públicas (se crearon más de 5000) para luchar contra el analfabetismo que reinaba hasta ese momento en España, enfrentándose al caciquismo que trataba de mantenerlo porque resultaba rentable para su Sistema.

Ella fue la primera mujer que consiguió ser “admitida”, como alumna, en la universidad de Salamanca, pero el profesor Unamuno tuvo que protegerla, tenerla en su casa durante dos años y acompañarla todos los días a la Universidad, porque se juntaban en la escalinata hileras de machos para silbarle y decirle groserías”. Los curas y muchos de los alumnos se negaban a admitir mujeres en esa universidad, dependiente hasta poco antes de la Iglesia.

Juan Vicéns, con el apoyo de la República, trató de transformar el funcionamiento de las bibliotecas, para hacerlas accesibles a las masas, pero los caciques locales y muchos bibliotecarios trataron de impedirlo.

Al terminar la guerra tuvieron que exiliarse y hoy resultan desconocidos para la mayoría de los españoles porque la cultura y la democracia que defendieron siguen sin ser aceptadas. Es reconfortante que, casi 50 años después de Franco, de vez en cuando, nos podamos enterar de esas historias que enterró el franquismo con siete llaves y que esta “democracia” no se atreve a desenterrar.

Se ha conseguido erradicar el analfabetismo, pero sigue predominando el analfabetismo funcional. No basta con saber leer, hay que comprender lo que se lee. El océano de desinformación en que vivimos por culpa del deterioro del Sistema Educativo y de la desinformación producida por los medios, sigue siendo alimentado por los poderes económicos porque al capitalismo no le convienen los ciudadanos, sólo quiere consumidores.