Un partido político no debería ser una pocilga

Un partido que es una pocilga mancha la Democracia y nos salpica a todos. La corrupción es el cáncer de la política, de la economía y de la democracia.

Un grupo social en el que abundan los corruptos expulsa de su seno a todos los que no lo sean, porque el que no participa se convierte en un peligro para los demás, aunque no se mueva, porque tiene ojos y oídos. En poco tiempo sólo quedan los corruptos con una sola herramienta para sobrevivir: controlar la justicia y acusar a los demás de lo suyo, de ahí sale el argumento autojustificativo de la derecha: “todos los políticos son corruptos”.

Desprestigiar a la clase política es un buen camino hacia el fascismo. Ya lo decía Franco: “Haz como yo, no te metas en política”. Como si el fascismo y las dictaduras no fuesen política, pero eso es lo que necesita este sistema económico.

Una Democracia como el Pueblo necesita, debería tener herramientas contra la corrupción y una Justicia fuerte y sana. Pero el bipartidismo neoliberal no ha fortalecido ni saneado la Justicia; como a todo servicio público le ha ido recortando presupuesto, porque el neoliberalismo necesita de la corrupción (y venta de armas). Todo es mercancía, por tanto, todo se vende y todo se compra. Otro tópico de la derecha: “todos tenemos un precio”.  

¿Cómo puede ser que un partido condenado por corrupción siga en el juego (sucio, por supuesto) de la política? Pues ahí está.

Mientras tanto, los dueños del dinero acaparando y creando pobreza, sufrimiento y enfermedad mental, porque el cáncer de la corrupción no sólo afecta a la salud, mata. Lo estamos viendo en la maltratada Sanidad Pública de la Comunidad de Madrid.

Hemos estado un milenio sufriendo los miedos y el control de las mentes (ahora lo llamaríamos “crear opinión”) por parte de la Iglesia y desde hace un tiempo este sucio papel, en beneficio siempre de unos pocos, lo ejerce la armada mediática. Un trabajo sucio que, como tal se paga bien, todavía podemos ver los oros en muchas iglesias y ahora la proliferación de medios desinformativos que no viven de sus ventas, sino de las donaciones.

Y la izquierda, unos pintándose al verde y otros hibernando.