En 1970 estaba aún en Torrelavega y con mi amigo José Ángel, con cierta adicción al teatro, nos enteramos por Primer Acto del suceso de “Castañuelas 70”, prohibido por la policía al tercer día de su representación en el teatro de la Comedia porque la propia policía arrojó desde el gallinero falsas octavillas de izquierdas. Así nos enteramos de la existencia del Tábano, del que también nos hicimos adictos, entonces a distancia y poco después, ya en Madrid, de todo el Teatro Independiente.
Muerto el Dictador, en septiembre de 1976, coincidí en un congreso en Barcelona con Luis Matilla y, por su amistad, en la alcaldía de Tierno Galván tuve la oportunidad de colaborar en los montajes veraniegos de teatro infantil que se celebraron en El Retiro con textos de Luis Matilla y dirección de Juan Margallo.
Poder participar en esos eventos teatrales de mis héroes de Tábano y después en el Gallo Vallecano, Buho y Uroc es uno de los motivos que más me enorgullecen, por la enorme admiración y cariño que he sentido por estos fenómenos teatrales.
Asistir invitado a la celebración del 35 aniversario de “Castañuelas 70” en el teatrillo del Círculo de BBAA y recibir el libro conmemorativo de sus manos fue revivir los momentos del “Teatro Independiente” fue volver a sentirme casi partícipe, pero totalmente cómplice, de aquellas hazañas antifranquistas.
Todo tiene su fin y el final no siempre es agradable. Luis murió en noviembre y Juan acaba de fallecer. Juan me golpeó cariñosamente en una pierna cuando en el homenaje a Luis pasé junto a su asiento sin verle. No puedo olvidar esa caricia ni la sonrisa doliente con que me saludó. Ni su mano cogiendo la de Luis en su lecho de muerte. Es muy duro perder a los amigos después de tantos años.
Ya sé que no hay un “más allá” para reencontrarme con ellos. Pero ellos siguen conmigo porque aprendí mucho de ellos y marcaron mi forma de ser.
Un fuerte abrazo Petra.