Pablo Iglesias, políticamente tóxico

Empezó como una esperanza cuando, tras el 15M, consiguió convertir una parte de aquel conjunto tan heterogéneo en un movimiento social que trataba de llevar a la política las voces de las plazas (enero 2014, en el Teatro del Barrio).

Podemos no había conseguido aún los eurodiputados, cuando su voz sonaba todos los días, en parte, porque algunas emisoras de ultraderecha le prestaban su micrófono, cosa que no hicieron nunca con Izquierda Unida, porque lo veían como alguien que podía hacer daño a la izquierda “oficial”.

Un día dijo que España debía salir de la OTAN y estuvo callado una semana. Al final viajó a Washington, en los mismos días que otros dos políticos emergentes, uno creo que era Rivera. Cuando volvió incorporó al general Julio Rodríguez a su equipo (2015).

Transformó el movimiento social en un partido clásico y, como en los demás, mandaba la cúpula. En febrero de 2014, Iglesias dice:  “La clave no es un eje derecha-izquierda, sino democracia-dictadura”. Esto lo podría firmar el PSOE y quizá muchos votantes del PP. Las disensiones en la cúpula hicieron que muchos cofundadores se fueran marchando. Los Círculos, que habían nacido como hongos, fueron cerrando, porque donde hay Patrón no manda marinero. En 2019 salen Errejón y los suyos, y en mayo de 2020, Anticapitalistas deja Podemos.

Ese mismo año, Pablo Iglesias consigue un gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez, con él de vicepresidente y su esposa de ministra. Un matrimonio en el gobierno no es muy frecuente en el panorama europeo. Familiares en el mismo gobierno es más propio de dictaduras, lo vimos en el franquismo. En 2021 deja la Secretaría General de Podemos y cuando decide salir del gobierno, nombra como sucesora a Yolanda Díaz (parece que sin consultarla) pero sigue manejando Podemos porque ya tiene medios de comunicación propios.

Este habilísimo político, en un sistema que pretende ser democrático, tiene un defecto: no necesita partido. Él puede gobernar sólo y utilizar Podemos para conseguir sus metas.

Cuando las izquierdas necesitan unirse para poder gobernar o, al menos, impedir que gobierne la ultraderecha, él no puede consentir que “su” partido se una con los demás, necesita que esté por encima de la suma. Ya no es el Secretario General, pero se erige en portavoz y clama por un buen puesto para su pareja. Las maniobras suyas o de “su” partido causaron problemas en las elecciones andaluzas y, ahora, están haciendo lo mismo en las nacionales. No puede colaborar, necesita la hegemonía.

Tiene maneras de dictador y los dictadores son de derechas, la izquierda se basa en la colaboración. En este momento, Pablo Iglesias es un problema para la izquierda, por eso los medios de derechas le vuelven a dar la cámara y el micrófono.

Por cierto, se murió Berlusconi, otro político mediático, quizá haya cambios en Tele5.

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