En los años 60, los norteamericanos se exiliaban en Canadá para no ir a la guerra de Vietnam. Para compensar, EEUU prometía la nacionalidad a los extranjeros que se alistaran en su ejército y allá iban latinoamericanos y africanos para matar el hambre. Rusia ha adoptado el mismo método para combatir en Ucrania. Aparente paradoja, pero idéntica ideología.
En las guerras de Oriente Medio (Iraq, Afganistan, Siria), EEUU utilizó “contratistas”, que es como llaman ahora a los mercenarios. Es lógico que, si la guerra es un negocio, se ventile como tal, aunque no siempre termine bien. En el caso de Ucrania ya se está especulando con la reconstrucción, aunque en Iraq no fue posible y muchos iraquíes siguen sin luz ni agua. Lo que no parece lógico es que la inversión inicial, para la destrucción, la haga el Estado que paga soldados y armamento y los beneficios de la reconstrucción sean para las grandes corporaciones, privadas, por supuesto.
Quizá por eso, EEUU (el Estado) ha perdido muchas guerras pero como las industrias armamentísticas y logísticas han hecho su agosto durante los conflictos y después, la agresividad del imperio USA no decae. Neoliberalismo: el Estado paga y destruye y las corporaciones recogen beneficios con la reconstrucción (un buen trabajo en equipo, si los muertos no se cuentan).
Guerra y competencia son las principales armas del capitalismo. La guerra es la competencia con otros medios.
Que en Rusia se den ahora manifestaciones como las de USA con Vietnam resulta esperanzador, porque indica que a los gobernantes cada vez les cuesta más implantar las políticas que solo benefician a sus amiguetes, mientras, como daños colaterales, siembran las colas del hambre y el maltrato a los ancianos para acelerar su muerte y disminuir los gastos en sanidad y pensiones.
Por cierto, tal día como hoy de 1975, con la bestia agonizando, se ejecutaron los últimos fusilamientos del franquismo. En la transición siguió habiendo muertos, pero esa es otra historia (o el epílogo de la anterior).