No es fácil convivir con el PSOE, que un día se levanta socialdemócrata y otro socioliberal. Así ha sido siempre y por eso va perdiendo credibilidad, sobre todo para los que se percatan de que en todos sus gobiernos el equipo económico siempre es neoliberal.
Desde Solchaga y Boyer hasta Calviño, no encontrarás un ministro del área económica que no lo sea. Aún hoy, cuando la doctrina neoliberal se ha desacreditado a sí misma, pero sigue impuesta por los que tienen poder para hacerlo.
Para ocultar esta realidad, el PSOE recurre a la política de gestos: un “ingreso mínimo vital” que no llega ni a la mitad de las personas en riesgo de exclusión, por ejemplo.
Si llega el momento de derogar la Reforma Laboral, Sánchez saca a la ministra más neoliberal para que lo impida y trata de ocultarlo con otro gesto “Abolir la prostitución”, que puede estar muy bien, pero que es contradictorio con mantener la Reforma Laboral, la Ley de Extranjería y la cortedad del Ingreso Mínimo Vital, porque las prostitutas necesitan comer, como todo el mundo.
Las tarifas de las eléctricas y las gasolinas, son otra muestra de como el alma neoliberal, proclive a los monopolios, acaba siempre superando a la socialdemócrata.
La claudicación del poder legislativo ante el judicial, ejecutado por la presidenta de la Cámara, frente al informe contrario de los letrados de la propia Cámara y destacados juristas y catedráticos universitarios, es otro ejemplo.
Talmente parece que el alma socialdemócrata sólo asoma en los Congresos o en las campañas electorales.
No basta con decir que se es socialdemócrata, además hay que parecerlo. Por cierto, ¿cómo se arreglarán los militantes para saber qué alma se tienen que poner cada día?