La jerarquía española se rebela contra el mandato del Vaticano de que obedezcan al poder civil. Y no se trata de problemas de Fe. Tragan con el divorcio y el aborto, pero lo que les duele es Franco.
Es asombroso que una jerarquía eclesiástica que se comprometió a principios de los ochenta a autofinanciarse y nunca lo ha logrado; que tiene que tener claro que vive a cuenta de los españoles, que paga muy pocos impuestos y que el mantenimiento de su propio patrimonio corre a cargo del Estado, se ponga siempre en frente de la mayoría de los españoles creyéndose poseedora de privilegios divinos.
Su cinismo llega a defender sus abusos hablando del Estado de Derecho, cuando son una sociedad privada que no respeta derechos humanos fundamentales como la igualdad de la mujer y el derecho a una muerte digna.
No acaban de entender el dicho de su Mesías: Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Es cierto que Franco se lo dio todo, lo uno y lo otro, pero es increíble que no puedan aceptar que el dictador, que ellos paseaban bajo palio, murió hace más de 40 años. Ellos siguen en su Edad de Oro: la Edad Media
En parte, tienen razón, porque ninguno de los gobiernos de esto que llaman democracia se lo ha hecho saber y siguen permitiendo que nos roben el patrimonio por medio de las inmatriculaciones, que no paguen impuestos por actividades lucrativas y el “socialista” Zapatero les subió la subvención.
Uno de sus líderes, el Cardenal Arzobispo de Madrid, da ejemplo mostrando más respeto por los supuestos derechos de la familia del dictador que por los derechos de sus víctimas. En esto se distingue un hombre de Iglesia de un hombre de Dios.