Está siendo dura la agonía del Régimen del 78. Estamos viendo el desprestigio de las instituciones que ya no funcionan, tras 40 años simulando un funcionamiento democrático, cuando ya podemos ver que todo estaba bien atado desde el principio.
La derecha “sin complejos” ha puesto todo patas arriba tratando de negar la evidencia de una corrupción generalizada que ellos, que la protagonizan, son los únicos que dicen no verla. La mentira como arma política cotidiana, tanto para la defensa como para el ataque, ha conseguido el hartazgo de gran parte de la población que se da cuenta de que, con los recortes, está pagando los platos que rompieron los que se han forrado.
El Tribunal Supremo, órgano superior de la Justicia, negándose a procesar al aforado presidente del PP, muestra a las claras que la Justicia no es igual para todos (esto lo dijo el Rey cuando era inviolable, para mayor sarcasmo), y muestra a las claras su injusta parcialidad.
La Mesa del Congreso boicotea la posibilidad de unos presupuestos porque busca el fracaso del Gobierno con tretas de reglamento.
La cúpula del Poder Judicial y la dirección del Poder Legislativo están tratando de hacer fracasar al Gobierno porque la banca y los poderes económicos no aceptan algo tan democrático como que el, hasta ahora fiel bipartidista, PSOE se apoye en la izquierda para sobrevivir.
Mientras tanto, los de siempre seguirán forrándose sin pagar impuestos y los demás seguiremos pagando el banquete como está mandado.
Tendríamos que hacer algo.