Los dos gobiernos que lo promocionan, uno a favor (el catalán) y otro en contra (el español), lo utilizan con fruición para tratar de ocultar sus vergüenzas: recortes salvajes y corrupción.
Los medios de propaganda (¿antes comunicación?) lo utilizan como negocio. A sus dueños les interesa que se hable de esto, en lugar de la desigualdad creciente, el paro, la miseria … que pondría en cuestión las injustas políticas económicas que les favorecen (este año, los millonarios españoles son ya más de 200.000).
Un sector de la izquierda lo apoya como “manifestación de descontento”, aunque reconoce que se hace sin garantías.
Muchos catalanes lo apoyan con el corazón, sin dar opción a la cabeza. Y muchos españoles lo combaten (“España se rompe”) porque no tienen cabeza o tienen intereses particulares.
Curioso enfrentamiento entre dos derechas, la nacionalista española con la nacionalista catalana, del que ambas sacarán partido: sus líderes pueden evitar la cárcel y se está fortaleciendo la ultraderecha. Esto entorpece la posibilidad de un cambio económico y constitucional que mejore los derechos y las posibilidades de vida de los españoles.
La banca gana.