Entre los corruptos del PP y los trileros del PSOE el bipartidismo se resiste a morir

En la “Transición” el bipartidismo fue una modalidad de gobierno, basada en una Ley Electoral, impuesta por los poderes financieros multinacionales. Para cuando se legisló la estructura del régimen del 78 ya la Trilateral estaba diciendo que había demasiada democracia y desde entonces todo ha ido a peor. Por eso la Unión Europea es mucho menos democrática que cualquiera de los países que la componen.

PP y PSOE han gobernado desde entonces siguiendo fielmente los mandatos del mundo de los negocios, entrando en la OTAN que es su brazo armado y en la UE que es su brazo político.

La corrupción es el instrumento por el que la banca y los poderes financieros compran políticos y medios de comunicación para que ejecuten y apoyen sus políticas (“La corrupción es intrínseca al sistema”, dijo la Señora de las Ranas) y el partido actualmente en el gobierno debería ser condenado y disuelto, si hubiera Justicia, porque ha cometido delitos económicos en todas las elecciones, tanto en las que ha ganado como en las que ha perdido.

El PSOE tampoco anda mal de corrupción, pero tiene un problema añadido: los amos le han adjudicado el papel de izquierda cuando le obligan a actuar como derecha. Todos sus gabinetes económicos han sido neoliberales. Esto es una carga dura que obliga a sus mandarines a mentir continuamente sobre sus principios y sus obras. Tiene que hacer algunas políticas sociales progresistas para hacerse perdonar sus rebajas de las pensiones, sus reformas laborales, sus políticas fiscales regresivas …. y controlándolo todo el encargado: un hombre de negocios llamado Felipe González.

De la Justicia mejor no hablar, porque la jueza que fue castigada por intentar sacar a Mario Conde de la cárcel ahora lo intenta de nuevo con el afortunado (en la lotería) Carlos Fabra. Su hija Andrea Fabra volverá a estar exultante.

El bipartidismo es el simulacro de la democracia. Con una ley electoral que lo favorece y unos medios de comunicaciónque lo legitiman resulta muy difícil cambiar este sistema, porque los que tienen el negocio no se resisten a perderlo. Pero, aunque juguemos en inferioridad de condiciones, hay que intentarlo.