Hoy dedica parte de la portada y dos páginas completas para contar que solo el 16% de las viviendas de uso turístico están legalizadas y otra página entera para dos empresarios. Uno dice que muchos no lo legalizan por pura pereza y otro que cuida de que no haya fiestas ni ruidos. Solo falta la opinión de los perjudicados y alguna consideración de por qué lo permite la Administración.
En las páginas de opinión, Miguel Ángel Castañeda, antiguo director de este diario, celebra el setenta y nueve aniversario de la bomba de Hiroshima, justificando los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y el de napalm de Tokio, porque los japoneses no se rendían ante los norteamericanos. Cierto que murioron cientos de miles de japoneses y otros muchos quedaron jodidos para toda la vida, incluso algunos en su descendencia, pero gracias a esto se salvaron muchos muchachos norteamericanos que hubiesen muerto de continuar la guerra. ¿De a que huele a racismo?
Que bombardear poblaciones indefensas sea un crimen de guerra y que, en esta ocasión, batieran todos los records de esa modalidad y nunca hayan sido juzgados, no se menciona en el panfleto, que termina así: “Junto al arma de destrucción masiva, también se ha dotado a la humanidad de una fuente de energía limpia, barata y fácilmente regulable”.
Que un periodista afirme a estas alturas esta barbaridad, resulta increible. La energía nuclear no es limpia aunque lo diga la Unión Europea y algunos se estarán forrando por difundir esa trola pero no hace falta haber estudiado física, porque lo ha dicho muchas veces la prensa: los residuos de las centrales nucleares tardarán miles de años en perder su peligrosidad; es barata porque el coste del mantenimiento durante milenios no lo pagarán las empresas que las explotan, lo pagan los estados con nuestros impuestos y los de nuestros descendientes y no es fácilmente regulable porque ya se han producido varios accidentes graves, unos más ocultos que otros, en estas centrales eléctricas.
El periodismo no pasa por sus mejores momentos porque la desinformación es un arma fundamental de los poderes económicos, pero muchos periodistas podrían guardar un pelín las formas porque en muchas ocasiones abusan de su impunidad, nos intoxican y los lectores nos sentimos humillados por tanta mentira evidente que nos quieren colar.
A lo peor ya quedan pocos periodistas y abundan las empresas intoxicación y propaganda.