Toda la vida de dios el arte ha sido manejado por la élite dominante.
Podemos ver el arte hermoso y simplista de la teocracia medieval que culmina en el gótico luminoso de las vidrieras de santos, o el exaltado y terrible barroco católico de la monarquía absolutista española -de la Casa de Austria (?)-, patrocinado por el rey que coleccionaba huesos, de santo, por supuesto.
La burguesía dineraria del XIX impone la belleza sublime de las flores y la luz impresionista. También hay un realismo social de obreros accidentados, pero no se puede comparar con la hermosura de los niños desnudos tendidos al sol mediterráneo. No hay color.
Hoy, en Madrid, prima Mondrian. La pureza más abstracta de las formas geométricas jugando con el color.
En un concurso literario -¿nostalgia de los juegos florales?-, iniciativa de un bienintencionado programa de radio nacional dirigido a entretener a lxs abuelxs los sábados de 7 a 8 de la mañana, (¿que otra audiencia se puede buscar a esas horas?) y patrocinado, ¿cómo no? por una entidad bancaria, ¿que primará? la historia, idealizada por la nostalgia, de unos amores adolescentes o el realismo sucio, con olor a semen, de un lupanar.
Exacto.