Hoy finaliza en Madrid ARCO la feria de arte más importante de España. Una obra de dos artistas españoles Santiago Sierra y Eugenio Merino, titulada Ninot 2019, ha provocado tal escándalo que, en la inauguración los reyes para no encontrarse con ella, parece que sólo visitaron la parte peruana.
Hace un par de noches pusieron en TVE2 un documental, sobre la protesta rusa de Pussy Riot, que empezaba con una cita de Bertolt Brecht: El arte no es un espejo que refleja la sociedad, es un martillo para moldearla. Creo, por tanto, que es importante coger el martillo.
Un recorrido por la Historia
A través de la Historia, pintura y escultura han sido utilizadas por las élites políticas, religiosas, económicas, etc. para dominar a sus pueblos.
En Egipto, el arte es político-religioso, acompaña a los poderosos en su viaje al más allá.
En Grecia y Roma gran parte de las manifestaciones artísticas son sobre sus dioses. Autoridades y poderosos tratan de legitimarse “emparentando” así con ellos.
En la Edad Media, pintura y escultura se utilizan en edificios religiosos para adoctrinar sobre el orden divino del mundo.
En la Edad Moderna, el trono y el altar dominan la creación artística porque son los que la financian. Iglesia y Monarquía forjan una alianza para legitimar mutuamente su dominio. Se puede ver en Toledo, en San Juan de los Reyes plagada de Yugos y Flechas de los Reyes Católicos o en París, en la Catedral de Saint Denis, donde 200 años después de la Revolución Francesa siguen vendiendo las genealogías de los reyes de Francia y otra propaganda monárquica. Cuando el cristianismo se escinde en Católicos y Protestantes, los Católicos en las penínsulas Ibérica e italiana acrecientan el esplendor del arte: el Barroco es la propaganda de la Iglesia Católica y la Monarquía Absolutista.
El siglo XVIII termina con la Revolución Francesa y un nuevo protagonista social: la burguesía industrial y comercial, que en el siglo XIX necesita un nuevo arte para diferenciarse del Antiguo Régimen. Elige el Impresionismo: un arte decorativo de jardines, paisajes, templos y romanticismo. Ahí aparece el mito del artista tocado por la gracia divina, porque antes sólo había artesanos. Es curioso que en el siglo de la Razón, el origen divino de su gracia le da libertad para hacer lo que quiera, sobre todo si es impresionista o de algún otro estilo idealista: simbolista o puramente decorativo y arcaizante como el Neogótico o el Modernismo catalán. Los expresionistas, por ejemplo, no gustan nada, bastaría preguntar a Van Gog cuanto vendió en vida.
¿Quién maneja hoy el martillo?
La utilización propagandística del arte ha sido tan evidente y constante que ha llegado a parecer natural, sobre todo cuando es propaganda de los poderosos, porque en la segunda mitad del XIX, además del impresionismo está la pintura social que refleja la miseria y las penalidades de las masas obreras explotadas, pero esta pintura no es fácil de ver. Suele estar en el sótano de los museos. Y en el XX, aparecen el surrealismo o el expresionismo alemán que caricaturiza a la oligarquía y que el nazismo trató de quemar tachándolo de arte degenerado.
Tras la 2ª Gran Guerra, el Nuevo Orden Mundial (predominantemente financiero) concede “libertad” al Arte dejándola en manos del Mercado. Rokefeller, por ejemplo, le pide a su amigo, el exitoso muralista mejicano Diego Rivera, que decore el hall de su Rokefeller Center y cuando ve que allí aparecen Marx, Lenin y Trosky lo manda destruir. El lo ha pagado, el lo destruye. No es censura, es la Ley del Mercado.
En los últimos años, en ARCO -Feria de Galerías, no de artistas-, ha habido algunos ejemplos de arte crítico con el sistema. Santiago Sierra y Eugenio Merino han sido dos de los protagonistas. Pero podemos podemos observar que cuando Merino presentó a Fidel Castro caricaturizado como zombi, nadie protestó, se aceptó la libertad de expresión del artista, pero cuando poco tiempo después, presentó a Franco en un frigorífico y lo tituló “Franco siempre”, se montó el escándalo.
Cuando Sierra y Merino, han construido un muñeco fallero que representa al Rey y obligan por contrato de compra a quemarlo (tradición valenciana) en el plazo de un año, muchos coleccionistas (que financian el arte hoy) han dicho que preferirían quemar a los artistas e indultar al ninot. Esto cuando creíamos que había desaparecido la Inquisición.
Vargas Llosa, ha dicho que es una provocación de mal gusto. Pero el Gusto es subjetivo y se adquiere con la educación que, por cierto, imponen las élites dominantes.
Los Caprichos, los Disparates, los Desastres de la Guerra y las pinturas negras de Goya son provocaciones y el buen o mal gusto lo ponen las personas que lo ven según su mentalidad, pero no no influye en la calidad de la obra. Goya pagó sus provocaciones exiliándose y muriendo en Francia.
La calidad de la obra artística
La calidad de la obra artística depende de la habilidad del artista en el manejo del lenguaje que utilice y en su capacidad comunicativa. El artista que no comunica, a mi modo de ver, no es artista, es autista.
Otra cualidad es que sirva para pensar la realidad y otra, aún superior, es que sea capaz de coger el martillo para transformar la realidad (o al menos intentarlo).
Claro que en la era de la robótica y la inteligencia artificial, Brecht en vez de hablar de un martillo hablaría de ideas para transformar la realidad. Porque era lo que él utilizaba.