El mismo día en que un jefe policial declara ante el Congreso que la caja B del Partido Popular es “corrupción en estado puro” y que Rajoy, Trillo y Alvarez Cascos recibieron sobresueldos de dicha caja, nos enteramos de que Montoro controlará las cuentas del Ayuntamiento de Madrid semanalmente porque, a su juicio, no está cumpliendo el techo de gasto.
El Ayuntamiento de Madrid heredó una deuda de varios miles de millones de la época de Gallardón y Botella y en dos años ha amortizado dos mil millones de dicha deuda (más de lo previsto por la Sra. Botella), ha saneado sus cuentas y tiene un superavit de 1000 millones de euros. Más de 600 ayuntamientos incumplen el techo de gasto y la Comunidad de Madrid lo hace todos los años, por ejemplo.
¿Por qué Montoro impide al Ayuntamiento de Madrid emplear su superavit en gastos sociales e interviene sus cuentas sin actuar de la misma manera contra otros ayuntamientos que además tienen déficit?
La política económica de este Ayuntamiento, personificada en su responsable Carlos Sánchez Mato, está demostrando que se pueden administrar bien las cuentas municipales y a favor de los madrileños, en vez de favorecer a los grandes grupos económicos, como hicieron los alcaldes del PP. Está destapando los chanchullos millonarios de las administraciones anteriores y ya ha puesto en los juzgados la venta de pisos sociales a fondos buitre, por la Sra. Botella, a precios por debajo del valor del mercado y sin cumplir requisitos legales.
Carlos Sánchez Mato está en la diana del PP porque está haciendo dos cosas que les ponen en evidencia: administrar para los ciudadanos y denunciar los atropellos anteriores. No hay tradición de estos comportamientos en el régimen del 78 y ya sufrió una denuncia judicial por parte de uno de los jefes de la mafia policial, el jubilado comisario Villarejo que acaba de entrar en la cárcel, por investigar los chanchullos de la M-30.
Montoro haría bien en atacar el enorme fraude fiscal que soporta este país y que ha sido una de las razones para poner el techo de gasto pero, en lugar de esto, penaliza el supuesto incumplimiento de dicha medida cuando menos razones hay para ello.
Él sabrá por qué y quizá los demás acabemos enterándonos. Con el «sálvese quien pueda» de los corruptos acaba sabiéndose casi todo.