Dicen que en La Moncloa piensan que después de las elecciones todo seguirá igual y, en parte, tienen razón. Todo seguirá igual aunque probablemente sin ellos.
Ha surgido el recambio. Ahora se dice la versión 2.0. Así Ciudadanos es la versión 2.0 del PP y Podemos la versión 2.0 del PSOE. Sus programas son similares aunque con un lavado de cara, pero sobre todo respetando el sistema (o el tinglado, según se mire).
Como los cambios no pueden ser radicales (hay muchos españoles desinformados, que ese es el trabajo de los medios de comunicación), las versiones nuevas y las viejas tendrán que pactar y ahí, el PP tiene las de perder porque con tanta corrupción y tanto recorte tendrá dificultades para hacer amiguitos.
El PSOE lo tiene más fácil porque está en la oposición y algunos medios de propaganda se ocupan de disimular sus compromisos. Aunque su discurso es lamentable: sigue con el rollo del voto útil, aunque no tanto como su comportamiento de “haz lo que yo digo pero no digas lo que yo hago”. En el parlamento de la Unión Europea apoya una una cosa y en España dice que apoya la contraria. Su disfraz de derecha maquillada de izquierda ya no funciona. Sólo El País los sigue calificando de izquierda.
Todo este panorama de campo de juego en el terreno de la derecha no hubiera sido posible sin la ocultación mediática de que hay una opción real de izquierda: Unidad Popular-Izquierda Unida que, a pesar de estar liderada por uno de los parlamentarios mejor valorados del Congreso, ha sido expulsada del terreno de juego porque no acepta las reglas del capitalismo salvaje.
Ciudadanos ya se ha retratado con el “contrato único” y Podemos con la aceptación de la OTAN y con su demostración de la rapidez con que un movimiento alternativo puede convertirse en “casta”.
No hay soluciones a corto plazo. El transatlántico tardará en girar 180º, pero una izquierda transformadora fuerte en el Congreso y un movimiento vecinal y social crítico pueden acelerar el giro y salvarnos del desastre porque, por poner un ejemplo, el cambio climático no se conseguirá sin cambiar el sistema económico. El Verde se tiene que basar en el Rojo, es el nuevo paradigma: la paradoja cromática.