Los tiempos de crisis suelen ser tiempos de locura, en los que lo que se resiste a morir trata de disfrazarse para hacer ver que se ha transformado y, lo que es peor, las voces del poder lo imponen con una narración dotada de tanta “normalidad” que llegas a pensar “no puede ser, me quieren hacer ver una realidad que no existe, yo veo al rey desnudo ¿me estaré volviendo loco?”.
El discurso de hacer normal la mentira es ahora, como discurso del poder, labor de los periodistas y son los literatos, los que, con el pretexto de la ficción, pueden contar la verdad. Pasó en los últimos años de Franco cuando la realidad aparecía de forma descarnada en revistas satíricas como “Hermano Lobo”. Pasó en el siglo XIX cuando la explotación salvaje de la clase obrera se narra, como dice Piketty, en “Los Miserables” o en “Oliver Twist” mejor que en los periódicos de la época.
Esta semana aparecen en El País dos columnas que ilustran esta situación. J.J. Millás en Desaplausos retrata la locura de aplaudir apasionadamente el discurso vacío, con el fin de legitimarlo y autolegitimarse. Manuel Rivas en Fruto Ruz reflexiona sobre la aparición de “frutos extraños” (y terroríficos) en los campos de nuestra vida cotidiana. ¿Nos acostumbraremos a ello?.
Se puede vivir en la locura, pero no es sano; quizá tampoco es vida, simplemente supervivencia. ¿Es ese el futuro que queremos para nosotros y nuestros descendientes?
Siempre vivimos en tiempos de locura, siempre el poder emplea el discurso y el lenguaje que más le conviene. El poder en sentido amplio, no solo el gobierno y el Estado, sino toda la infraestructura que soporta el poder: medios de comunicación siempre en manos de poderosos, periodistas a sueldo de estos últimos: gabinetes, consejos,» intelectuales independientes», fundaciones, catedráticos, círculos y demás fórmulas de intermediación que existen para legitimar una determinada forma de dominación, que siempre defiende unos determinados intereses. Y sobre esta base, se sostiene toda la podredumbre política, social, cultural, etc. Hasta que no acabemos con ella no saldremos de la locura, al menos, de esta locura.
Tal como lo dices.