La Ola. Propaganda neoliberal

En 1967 el profesor de Historia Ron Jones de Cubberley High School en Palo Alto (California) trata de explicar el nazismo mediante un experimento con sus alumnos. Ya hay una película alemana, con el mismo nombre, que trata de ello y ahora ponen en el Centro Dramático Nacional (Teatro Valle Inclán) una versión de los hechos escrita por Ignacio García May y dirigida por Marc Monserrat Drukker. Al margen de los hechos ocurridos en California, no demasiado conocidos, y contando con que en el programa se explica que ha habido que comprimir el número de estudiantes, nos ceñiremos a lo que se ve en el teatro.

Un profesor de Historia, basándose en técnicas conductistas, convierte a los alumnos de su clase en nazis creando una asociación llamada “La tercera ola”, implantando una disciplina militar, creando unas señas de identidad (saludo, logotipo, uniforme …) y diciéndoles que esa sociedad se está implantando en el resto del país. El objetivo es incluir en su asociación a todos los alumnos del centro que asuman su ideología y sus ritos y excluir a todos los demás. Cuando al final del proceso les explica que no ha sido más que un juego, les acusa de haber aceptado su disciplina porque así es el ser humano.

Estas técnicas conductistas se han usado frecuentemente en publicidad y en política, como hemos podido ver en la España reciente cuando los bancos, en una operación especulativa, animaron a los ciudadanos a hipotecarse para conseguir la propiedad de una vivienda y cuando estalla la burbuja, por culpa de la especulación financiera, se echa la culpa a los compradores por haber vivido por encima de sus posibilidades.

Como profesor, me parece nefasta la manipulación que hace el profesor con sus alumnos adolescentes. Como profesor de Historia, no me merece ningún respeto que se enseñe el nazismo cargando la responsabilidad en las debilidades humanas y obviando las circunstancias históricas, sociales, económicas, etc. que lo promovieron.

Sobre los personajes de la obra, hay que decir que hay uno de ultraderecha y una chica judía que es la que se opone, porque otro que empieza siendo crítico acaba siendo “integrado” adjudicándole una “responsabilidad”. En la época de las manifestaciones contra la guerra de Vietnam y de las movilizaciones civiles y raciales (hippies, Black Panther, etc.) no hay en esa clase nadie de izquierdas. En ningún momento se ve una actitud crítica hacia los hechos por parte del autor del texto o la dirección.

“Las cosas son así”, parece decir la obra. Las víctimas y sobre todo los pobres son los culpables (menos los judios), explica el neoliberalismo.

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